Trastorno de pánico
Los ataques de pánico o crisis de ansiedad usualmente comienzan a finales de la adolescencia o al comienzo de la edad adulta, pero no todos los que sufren ataques de pánico desarrollarán el trastorno de pánico. Muchas personas sólo tienen un ataque y nunca vuelven a tener otro.
Las personas que presentan ataques de pánico repetidos y en su máxima expresión, pueden llegar a sentirse muy limitadas por esta enfermedad, y necesitan buscar tratamiento cuanto antes; preferiblemente antes de que comiencen a evitar lugares o situaciones en las cuales han padecido ataques de pánico. Por ejemplo, si un ataque de pánico ocurrió en un ascensor, alguien que sufre de trastorno de pánico puede desarrollar miedo a los ascensores, lo cual puede afectar sus decisiones laborales o de vivienda y limitar los lugares dónde dicha persona puede buscar asistencia médica o diversión.
Las vidas de algunas personas se restringen tanto que terminan evitando actividades normales, tales como ir de compras o conducir un automóvil. Aproximadamente un tercio de estas personas se limitan a vivir en sus casas o sólo pueden enfrentar una situación temida si están acompañadas por su pareja o una persona de confianza. Cuando la enfermedad llega hasta este punto en el que la persona evita situaciones donde prevee que puede encontrarse mal se denomina agorafobia.
Un tratamiento temprano puede prevenir la agorafobia, pero las personas que padecen del trastorno de pánico pueden en ocasiones ir de un médico a otro durante años, y visitar la sala de urgencias de su Hospital más cercano repetidamente, antes de que alguien pueda diagnosticar correctamente su enfermedad. El trastorno de pánico es uno de los trastornos de ansiedad más tratables, ya que en la mayoría de casos responde muy bien a la terapia cognitivo-conductual, lo cual ayuda a cambiar los patrones de pensamiento que conducen al miedo y la ansiedad.